Banamex y Bienestar
Las decisiones de Andrés Manuel López Obrador pueden cifrarse en docenas de miles de millones de dólares, quien lo duda. Empero, hay que agregar una más que no por el hecho de que se haya postergado, significa que no podría resucitarse: comprar la mitad más un punto de Banamex.
Así como lo lee, el presidente de la República comentó el 17 de agosto que consideró comprar el 51 por ciento de las acciones de Banamex, pero “lo pensó bien”.
Si usted cree que había un átomo de mesura en su decisión, espere a leer porqué lo hizo.
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No se detuvo porque estuviera consciente de la famélica condición de las finanzas públicas, sino porque su idea era integrar las sucursales Banamex al Banco del Bienestar.
“¿Por qué no lo hicimos? Porque ya no tengo tiempo, ya participar en algo así requiere de más tiempo para dejar consolidado un banco mixto con participación prioritaria del gobierno”, concluyó juicioso en su homilía diaria de Palacio Nacional.
Pero no hay que pensar que el intento termine ahí.
Germán Larrea, uno de los barones de las minas en México se está convirtiendo de a poco en el personaje con mayores posibilidades de comprar a Banamex.
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Comentan los analistas que su oferta no será menor a 9 mil 600 millones de dólares, pero podría subir a 11 mil. Y para eso juntó a Eduardo Tricio, Alonso de Garay, Carlos Rojas y Antonio del Valle Ruiz.
Cosas de la vida, Del Valle Ruiz, fundador de BanCrecer en la década de los setenta, del Banco Bital en los noventa y ahora presidente de Bx+ es un salinista de pura cepa. Y uno de los santones del Consejo Mexicano de Hombres de Negocios, la cumbre de los decisores en el país durante décadas.
Si Carlos Salinas tuvo a su Carlos Slim, podría repetirse la historia con López Obrador y Larrea.
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La vida tiende a ser circular, máxime en la política mexicana.
De las anécdotas que se cuentan
En menos de una semana, la “caída” de CompraNet significó la opacidad absoluta en los procedimientos de compra por unos dos mil contratos en la administración pública federal.
En su conferencia cotidiana, el 27 de julio, Andrés Manuel López Obrador le “pidió cuentas” al secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O y en un burdo ejercicio coreográfico, la Secretaría de Hacienda informó algo para el olvido, en el sentido que los servidores colapsaron por la capacidad demandada.
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Más allá de sonreír, los expertos batearon la excusa y más bien apuntaron a las dos hipótesis que tienen sustento técnico:
1.- Que los sistemas de Bravo Solutions, que hizo la última actualización en 2017, lisa y llanamente dejaron de funcionar, porque nunca se renovaron las licencias correspondientes y por lo tanto, no llegaron las actualizaciones.
2.- Que le dieron una manoseada magistral para modificar los datos incómodos que ya se dejaban ver con el proyecto del Tren Maya. Y que es tal el nivel de desbarajuste que decidieron seguirse de largo para borrar otras huellas, sin omitir plantar unas más que mágicamente, apuntarán hacia Enrique Peña Nieto y Felipe Calderón.
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No hay que descartar que ambas hipótesis estén corriendo en paralelo, habida cuenta que hay una oficina federal que no existía en el pasado, que funciona como una especie de supervisora para asegurarse que no se renueven más allá de ciertas licencias y se pirateen la mayor cantidad de sistemas que sea posible.
La fuente señala que en Pemex el nivel de licencias sin actualización es alarmante.
Y que por las mismas andan en otras paraestatales.
Mientras tanto, el entretenimiento incluye tamales y chocolate en Palacio Nacional.
Lo que hay que ver.
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*ARD